¡Llegó la hora del campo y la agroindustria en el Magdalena!

Según un estudio realizado por la Cámara de Comercio de Santa Marta sobre el impacto directo del Covid19 en la economía local: en promedio, 50 de cada 100 empresas manifiestan pérdidas entre el 80% y 100% en las ventas. Siendo el sector de los hoteles, bares y discotecas, es decir, el renglón del turismo el más afectado.

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En la segunda década del siglo XXI es innegable la compleja red de estructuras comunicativas, sociales, culturales y sobretodo económicas que hacen del mundo una Aldea Global.

Día a día adquieren validez estas ideas del sociólogo y filósofo canadiense Marshall McLuhan sobre la conversión del planeta en una aldea de proporciones descomunales, donde por cuenta del flujo de información que ofrecen los mass media todos los seres humanos nos enteramos inmediatamente de los sucesos acaecidos en cualquier lugar de esa enorme aldea.

Me atrevería a decir que, dados los avances del transporte en todas sus modalidades, y sobre todo del Derecho Internacional Público y Privado que permite la interacción entre Estados y particulares en ‘igualdad’ de condiciones, los efectos de esos fenómenos y sucesos trascienden el plano meramente comunicacional para tener injerencia en otro tipo de asuntos muchos más impactantes para la vida en sociedad: salud, economía, cultura, etc.

Las cifras que ofrecía hace unos días el presidente de la Cámara de Comercio de Santa Marta al respecto de las pérdidas que representaba para el sector empresarial la prohibición de actividades durante la cuarentena, deberían ser el punto de partida para una reestructuración de los sectores hacia los cuales se direcciona la inversión privada y el fomento público institucional.

Según el estudio realizado por la CCSM sobre el impacto directo del Covid19 en la economía local: “en promedio, 50 de cada 100 empresas manifiestan pérdidas entre el 80% y 100% en las ventas”.

Estos escalofriantes guarismos se extienden no solo a la rentabilidad de las grandes, pequeñas y medianas empresas, sino que abarca el ingreso y modus vivendi de muchas familias, tanto así, que estima la entidad que “están en riesgo alrededor de 103,735 empleos de los cuales 80,358 son informales”, es decir, empleos que por su naturaleza no están registrados ni protegidos por los marcos legales y normativos, privando a esta fuerza laboral de protección de riesgos laborales, prestaciones y protección social.  .

Otro hecho a resaltar de las estadísticas que ofrece la CCSM, es que todos los sectores de la economía del departamento resultan afectados por igual, no obstante, la crisis es más aguda en el comercio y reparación de automotores, alojamiento y servicios de comida, estos últimos dos sectores han sido impulsados con mucha decisión por los gobiernos nacionales, departamentales y locales.

El Covid19 y la cuarentena decretada dejaron ver la debilidad de estos renglones económicos, pues, el 80% de los hoteles, bares y restaurantes tienen obligaciones con entidades financieras, que hacen insostenible una sociedad comercial; puede ser esta la razón por la cual muchos negocios en el Centro Histórico han cerrado y seguirán cerrando de mantenerse las restricciones al comercio y al turismo en todas sus modalidades.

 Esta situación pone de manifiesto la necesidad de mirar hacia otros sectores que a futuro puedan brindar estabilidad económica y sustento a la población del departamento.

¡Llegó la hora del campo y la agroindustria en el Magdalena!

Según el Instituto Geográfico Agustín Codazzi, Magdalena es el cuarto departamento con más tierra cultivable del país: de las 2.314.438 hectáreas de extensión total, cerca de 996.031 se encuentran catalogadas por esta institución como suelos aptos para la producción agrícola, esta cifra representa un 43 por ciento de la extensión del departamento, además, constituye el 8% del total de la tierra fértil y disponible para la agricultura con la que cuenta el país en la actualidad. 

A pesar de estas alentadoras estadísticas, el Dane ha dicho en recientes informes que el Magdalena depende en un 50% de otros departamentos y regiones para cubrir la demanda de alimentos de su población, igualmente, que la tasa de inseguridad alimentaria sobrepasa el 60%; hechos que contrastan con el cuarto lugar entre los departamentos del Caribe colombiano que más alimentos produce: 648.801 toneladas al año.

Otro punto negro tiene que ver con la utilización de este terreno fértil: solo el 72,12% se destina a la agricultura y una gran porción está dedicada exclusivamente a la ganadería extensiva, hecho que ha demostrado la ciencia es un factor determinante para que el 74,4% de este suelo empiece a presentar procesos de desertificación.

Corresponde a las fuerzas vivas del departamento y a los actores políticos que toman las decisiones, es decir, quienes pueden gestionar el compromiso real del Gobierno Central para con un proyecto de gran envergadura y a largo plazo; que asuman el reto de concretar jurídica, económica y logísticamente una propuesta para explotar la vocación natural de las tierras magdalenenses, utilizándolas para la agricultura y la agroindustria.

Estructurando un sistema de impulso departamental que acompañe al campesino o agroindustrial desde el momento mismo del estudio de suelos, para determinar la verdadera vocación productiva de dicho terreno con el objetivo de aprovecharlo al máximo; hasta la venta, garantizando la cadena logística que evite la pérdida de las cosechas en algunas poblaciones por falencias o imposibilidad de transportarla, se tendrá el control y la vigilancia de todos los productos que eventualmente saldrán al mercado, garantizando su calidad.

El avance en infraestructura vial que ha tenido el país, puede servir para dinamizar la distribución de los productos.  Por hacer solo un ejercicio de proyección, supongamos los municipios de la zona centro: Ariguaní, Chibolo, Nueva Granada, Plato, Sabanas de San Ángel y Tenerife, éstos todos de vocación agropecuaria, podrían utilizar la Ruta del Sol y traer sus cosechas hasta Santa Marta para exportación o desviar en Bosconia y marchar hacia el interior del país y cubrir el mercado nacional. Otra ruta sería la que ofrece la Vía de los contenedores que los comunica con dos centros poblados enormes y que al igual que Santa Marta tienen puerto: Barranquilla y Cartagena.

Debería ser un impulso al ánimo de quienes pueden orientar el departamento hacia la agricultura y la agroindustria, que en los montos de Inversión Extranjera Directa [es decir: la inversión de capital por parte de una persona natural o jurídica en un país extranjero] según el Mincit, para el 2019 llegó a 14.493 millones de dólares, siendo 25,6 % mayor que en el 2018.

De igual forma la siguiente información ofrecida por Proexport: “el sector aporta el 9% del PIB, sus ventas al exterior representan el 21% del valor de las exportaciones totales y genera el 19% del empleo a nivel nacional y el 66% en las zonas rurales. De los 10 principales productos no tradicionales de exportación, 7 pertenecen al sector agroindustrial”.

Una motivación final para mirar con buenos ojos la activación y optimización del sector agropecuario magdalenense, tiene que ver con los más de 20 Tratados de Libre Comercio que ha suscrito Colombia, los cuales garantizan el acceso e impacto en un mercado con más de 3.000 millones de consumidores en el mundo y las exenciones y rebajas arancelarias o aduaneras en al menos 45 países.

Las Facultades de Ingeniería Agropecuaria, Pesquera e Industrial de la Universidad del Magdalena, aprovechando la visión de futuro que tiene su rector, Pablo Vera Salazar, podrían vincularse a este proceso, por ser estas especialidades las más apropiadas para intervenir en la ejecución de un proyecto agropecuario e industrial sostenible en el tiempo y en el espacio que consolide al departamento como la despensa y reserva alimentaria del país y porque no, del Gran Caribe.