La trágica historia del tren que chocó un bus en Santa Marta y dejó 36 muertos


El 11 de enero de 1970 cambió para siempre la vida de Alberto Lleras-Noriega, un barranquillero que con tan solo 12 años vio morir en su cumpleaños a 25 de sus familiares más cercanos, entre ellos su papá y su hermano.
Un paseo que serviría para que su familiares, que venían de Bogotá, conocieran Bonda y El Rodadero, terminó en tragedia luego de que el bus en el que viajaban fuera arrollado por el tren Expreso El Sol, en el sector de Mamatoco, en Santa Marta, más específicamente donde hoy está el puente del 11 de noviembre.
Alberto, quien ahora tiene 61 años, relata en el libro 'El hombre que derrotó al destino' cómo 36 de las 50 personas que viajaban aquel día en el bus se encontraron con su destino final. Entre vagos recuerdos, señala haber visto mucha sangre, cristales rotos, y cómo parte de su fémur sobresalía de la carne, todo envuelto en una pesada nube de confusión.
En entrevista con Seguimiento.co, Lleras confesó que siempre se dijo a sí mismo: “Mi historia vale la pena ser contada”, pero solo después de muchos años, 49 para ser exactos, y un largo camino con altibajos, pudo llevarla al papel y presentar ante el mundo 187 páginas y 13 capítulos de una historia de autosuperación y esperanza.
Tras la tragedia continuaron ocurriendo una sucesión de eventos desafortunados. El mal uso de la herencia lo obligó a él y a sus hermanos a vivir en la calle. “La tragedia me dejó vacíos, traumas, resentimientos”, asuntos que logró sanar del todo durante los 4 años que tardó en escribir el libro que hoy se titula 'El hombre que derrotó al destino'.
El título se lo otorgó el reconocido periodista Juan Gossaín, quien además escribió el prólogo del mismo. Gossaín, quien en aquel día fatídico esperaba en Bogotá la llegada de ese mismo tren desde Santa Marta, describe este libro como la historia de la victoria de un ser humano sobre la adversidad.
Durante el proceso de recolección de datos y memorias, Alberto Lleras tuvo que volver al lugar en donde ocurrió la desgracia y parándose 48 años después en el punto correcto del accidente, a las 12:15 hora exacta de la colisión, pudo culminar el proceso de sanación, entrevistándose con algunas personas que ayudaron a recoger los muertos aquel 11 de enero.
Alberto quiere que su historia de vida le sirva a otras personas que se encuentren atravesando situaciones difíciles, al decirles que si él pudo sobreponerse y salir adelante, el lector también puede hacerlo, sin embargo no quiere despertar pesares entre quienes conocen su historia, por eso su obra decidió narrarla en tercera persona.
“Tengo un mensaje categórico, no me victimizo, este es un libro que permite hacer una relectura de la vida para ser mejores personas, quiero que los lectores se reinventen y afronten la vida con una mejor actitud”.
El libro es un clarooscuro, como lo define su autor, el principio de este, es desgarrador, sin embargo, tras cargar ese lastre de una tragedia tan grande, se ve cómo la esperanza y la vida siempre otorgan segundas oportunidades, “Busco que las personas se reflejen en ‘Beto’”, nombre que decidió otorgarle al protagonista de la historia.
El poeta samario José Luis Diaz Granados fue el encargado de escribir el epílogo, ya que al igual que Juan Gossaín tiene una mística conexión con el suceso, puesto que fue la primera noticia que le mandaron a cubrir recién graduado de la universidad.
Santa Marta es el lugar en el que Alberto se dio cuenta que no se puede cambiar la realidad, que lo que ha de suceder sucederá y aunque le genera tristes recuerdos, vuelve a ella en paz, como quien dejó atrás el dolor y decidió perdonar.
Hoy como padre de tres señala que “Quería dejar mis memorias plasmadas, dejarles algo a mis hijos”, además de “Devolverle a la vida lo que se recibió de ella”.
Tras un lanzamiento arrollador, iniciando en Bogotá, Barranquilla y en Cartagena donde de hecho fue escogido como el libro que recomendarán leer el 23 de abril, Día del idioma, presentará su libro a los samarios este jueves 11 de abril a las 6:00 de la tarde en el Claustro San Juan Nepomuseno.
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