Por Horacio Serpa
Juan Fernando Cristo es un liberal de tiempo completo. Conoce y comparte la filosofía del liberalismo, su doctrina, los planteamientos programáticos, su historia y sus perfiles, la trayectoria del Partido, su “vida y milagros” a lo largo de 168 años de existencia, desde el famoso documento de Rojas Garrido. Es, además, hombre de Partido, formado en un hogar de liberales, María Eugenia Bustos, una matrona respetable que sigue siendo la luz de la familia, y Jorge Cristo Sahium, médico, juicioso analista de la vida con gran sensibilidad social, quien se alejó de su exitosa carrera como traumatólogo para servirle con devoción y honradez a los Nortesantandereanos.
El Papá de Juancho era socialista de recias convicciones y en el Partido rojo lideraba el ala más progresista. Fue Representante a la Cámara y Senador. Recuerdo que en el Salón Elíptico existían unos pupitres de tres puestos, que en 1978 ocupamos Jorge, Aurelio Iragorri y yo, quienes entre grandes afectos y solidaridades nos convertimos en tres mosqueteros que éramos “uno para todos y todos para uno”. Entre otras cosas, fuimos fundadores del Poder Popular con Ernesto Samper Pizano y Álvaro Uribe Vélez.
Un día desgraciado, este Senador médico de recto comportamiento, honrado y generoso, quien en 1990 se escapaba conmigo de las sesiones para, en la enfermería de la Corporación, curarme una herida de bala ocasionada en un accidente, fue vilmente asesinado por el Ejército de Liberación Nacional en su consultorio, que especialmente utilizaba para atender a los humildes de su Departamento. Muchos lloramos el crimen del hombre pacífico y altruista que nunca olvidaremos.
Años después, en el gobierno de Pastrana, buscando la paz se organizó una reunión con los elenos en el sur de Bolivar. Recuerdo que fueron Vivián Morales y Germán Vargas. Le insistí al Senador Cristo que nos acompañara, a pesar de su dolor, sabiendo que como su padre anhelaba la paz. Asistió y participó de la reunión, cuando al despedirnos les preguntó, “¿por qué mataron a mi papá?”. Después de un silencio de miedo le contestaron: “Fue una grave equivocación; a usted y a su familia les pedimos perdón”.
Nuestro Ministro del Interior es un autorizado vocero de las víctimas del conflicto, a las que representa con coraje y las ha defendido hasta lograr la expedición de la Ley de Víctimas. Más que abanderado, es un apóstol del perdón y la reconciliación.
Juancho ha sido el mejor Ministro de Gobierno y del Interior que ha tenido Colombia. Serio, responsable, juicioso, convincente, eficaz, polémico cuando ha sido necesario, ha triunfado en todos los compromisos legislativos. Increíble su labor, en esta época llena de contradicciones. Su palmarés no tiene comparación.
Hoy este acucioso Ministro, bueno y sano, está en medio de un conflicto interior intenso, como el que ayudó a terminar para la paz. Renuncia al cargo como su Partido lo ha pedido para aspirar a la candidatura presidencial, o continúa hasta que termine el gobierno, como se lo solicita el Presidente Santos. ¡Difícil situación! Cualquiera que sea la decisión, este hombre sano y exitoso no puede resultar crucificado.
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