Es un dicho conocidísimo por estas tierras y que no merece mayor explicación. Viene a mi memoria, en estos días, por toda la polémica generada en redes sociales tras el artículo del portal Vice, en la que once ex trabajadores del periódico La República denunciaron el presunto maltrato que, sobre ellos, infringía su director, Fernando Quijano.
Retomo la frase: cada cual habla de cómo le va en la feria. Fui, durante varios meses, corresponsal regional de ese periódico en el Caribe. Traté en varias ocasiones con Quijano y su actitud fue la normal entre un jefe y su periodista. Nunca hubo una palabra altisonante o un comentario fuera de lugar.
Cada cual habla de cómo le va en la feria. Quijano -Fernando, o el abreviado FQ, como era conocido también- sólo hizo salvedad en una cosa: que no me conformara con el mero pregrado y, de una vez por todas, hiciera el esfuerzo económico para entrar de lleno al posgrado. Tomé su consejo, al año, y hoy espero ver el resultado de una compleja investigación académica en una sustentación de tesis de maestría. Espero salga todo bien.
No olvide, amigo lector, que cada cual habla de cómo le va en la feria. Curiosamente Fernando –siendo afable en mi caso- fue el padre periodístico de algunos elementos que volvieron al terruño como editores de medios y no tardaron en comportarse como sátrapas sin dios ni ley. Eran esperpénticos ejemplos de cómo el poder de comandar una sala de redacción transforma a las personas en unos auténticos hijos de la mala leche. Gente que era temida (y despreciada, al tiempo) porque, en su andar alternativo y su florido hablar de tres pesos, creía ser mejor que todos. ¡Incluso mejor que Truman Capote!
Volvamos a lo que nos corresponde. Cada cual habla de cómo le va en la feria, pero estas palabras no son exculpatorias. No estaba en Bogotá, en la redacción central de La República y no conocía su dinámica, fuera de algunos comentarios. Lo único que me consta es la forma, amable, con la que me despidió el día que tomé la decisión de irme para cumplir un deber de familia. "Mientras esté en este chat, usted podrá volver cuando quiera", sentenció Fernando en el grupo de whatsapp que compartíamos todos los redactores. Siempre agradecí sus buenas formas, poco usuales entre directores (a excepción de Leopoldo, el director de esta casa, que ha sido una auténtica madre).
Por ello, amén de la lluvia de críticas por mi actitud, es claro que debo ser consecuente y decir que en la feria no me fue como indicaron los ex compañeros de La República. Sí había exigencia, jornadas maratónicas, comisiones complejas que debían compaginarse con otros temas de la agenda informativa, pero siempre hubo respeto por el profesional y su trabajo.
Al menos eso –para que Sergio Ocampo se despreocupe y no despotrique- me pasó a mí, siendo millennial.
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