Abuela se gradúa de bachillerato junto a su nieto en colegio de Caldas


A sus 70 años, María Fabiola Ríos Castro reconoce que le costó trabajo volver a abrir un libro para estudiar matemáticas o física, después de poco más de medio siglo de no pisar un aula de clases.
“Casi no puedo con los polinomios”, asegura entre risas esta abuela de 10 nietos, que este jueves tuvo doble motivo para celebrar: recibió diploma de bachiller académico al lado de uno de sus nietos, Said Munir Herrera, de 18 años.
Ambos estudiaron estos dos últimos años en el mismo salón de la jornada nocturna del Colegio Francisco José de Caldas.
Para Fabiola, quien se define como una lectora de tiempo completo, la experiencia de graduarse junto a su nieto ha sido la experiencia más maravillosa de su vida.
Lo mismo dice Said, que siente mucho orgullo de que esta noche haya recibido el diploma al lado de su abuela, con toga y birrete, en ceremonia que se cumplió en el Teatro José Consuegra Higgins.
“La abuela era una especie de sicóloga para los compañeros de clases, porque a todos los escuchaba y les daba consejos. En mi caso, sentía que me había llegado la ley”, afirma el joven en tono jocoso para recordar que Fabiola se matriculó con él en octavo grado, a fin de motivarlo a seguir los estudios y que lograra graduarse con la mira de continuar estudios superiores.
Compartían clases de 6 p.m. a 9 p.m. de lunes a viernes, y llegaban puntuales desde la urbanización Los Cusules, en Soledad, al plantel educativo situado sobre la vía al aeropuerto Ernesto Cortissoz.
La mujer, que vive de la modistería, otro de los oficios que la apasiona, cuenta que se volvió consejera de sus compañeros, entre los 16 y 18 años, y que por eso terminaron tomándole mucho cariño, pero, sobre todo, respeto.
En la víspera de su grado, terminó de coser un vestido enterizo para una vecina de la cuadra, en donde también es muy apreciada.
“Mi vecino del frente, Brayan, que es emprendedor, me regaló el tinte para el cabello, y la de al lado, Marbelle, que tiene una peluquería, el corte de cabello”, contó, sobre su preparación física para lo que fue esta gran noche junto a sus 24 compañeros de clases.
Del ‘outfit’o la ‘pinta’ que lució ‘la abuela del Caldas’, como la llaman, contó que una gran amiga y comadre, a quien solo mencionó como Beatriz, le compró el vestido blanco y los zapatos que llevó.
“Yo he tenido una vida maravillosa, feliz”, confesó, sin apartarse de su máquina de coser Milenio que hace varios años le compró su hija Viviana, la mamá de Said.
“Acá tengo otra, una Brother con la que hago los ojales”, explica muy orgullosa, al agregar que ha dictado varias clases sobre corte, confección y tejido.
“Me han visitado varias compañeras, todas muy jovencitas. Es que yo a cada una les recomendaba que hay que aprender un oficio para no depender económicamente de nadie. Y me han escuchado”.
Cuenta que ella logró llegar hasta séptimo grado en el Colegio San José, carrera 19 con calle 61, cuando tenía 12 años, pero que tuvo que suspender los estudios para ayudar a su mamá, Florentina Castro (fallecida), una santandereana que se ganaba la vida como doméstica en casas de familia.
“Nací en el Hospital de Barranquilla, pero por el trabajo de mi mamá, vivimos en otros barrios como El Prado, Delicias y El Bosque”, cuenta la mamá de Johanna, Jaime Eduardo, Viviana y José Germán a quienes crió sola después de separarse de su compañero permanente hace 40 años.
Luego trabajó en como operaria, mensajera y servicios generales en empresas como Pro-alarmas, Industrias Eusse y Sempertex, entre otras.
“Me ha tocado muy duro, pero más han sido las cosas positivas que negativas. Mi vida ha sido maravillosa, en medio de todo”, reitera.
De su experiencia escolar al lado de su nieto Said, cuenta que decidió matricularse con él en el Colegio Caldas para motivarlo a terminar el bachillerato y a seguir una carrera profesional.
“Él perdió el octavo dos veces, antes de la pandemia, no quería seguir, pero yo no me lo pintaba dando tumbos, no lo iba a permitir”.
Por eso, la idea de matricularse en octavo grado junto a su nieto se cristalizó el año pasado.
“Le dije a la señorita que me atendió que yo iba a estudiar con mi nieto en el mismo curso. Entonces me respondió que no fuera a decir que era la abuela porque le hacían bullyng. Y yo le respondí: a mí no me la van a hacer. Yo soy la que le voy a hacer bullyng, le respondí a manera de broma”, recordó.
Afirma que pensó que Said se iba a molestar o a criticar, pero su reacción fue positiva. “Se puso feliz”.
“Fue una experiencia muy bonita, claro, allá éramos solo compañeros, pero hoy le dije: hasta aquí te acompañé”, asegura entre satisfacción y orgullo.
Cuenta que el único reparo que le hace a las nuevas generaciones es que todo lo buscan y leen por el celular. “Yo les dije que iba a llevarles mis libros para leerlos, pero ellos prefieren la tecnología”.
De sus relaciones con sus compañeros, cuenta que a todos los trató como a sus nietos: con cariño y aconsejándoles cuando así lo necesitaban porque son jóvenes maravillosos y los, profesores, extraordinarios. “Ahí voy a estar siempre para ellos”.
Escribir un libro
¿Qué quieren estudiar después de recibir el diploma de bachiller?, era la pregunta obligada para los dos.
“Me quiero fijar el reto de hacer las pruebas Icfes en marzo para ver cómo me va, pero realmente quisiera escribir un libro para contar mi experiencia, porque no todos los días una abuela se gradúa junto a su nieto”.
En cambio, Said, quiere continuar en el programa de Ingeniería de Sistemas. “Yo creo que mi abuela me seguiría hasta en la universidad”, añade sonriente.
Fabiola contó que esta vez no hubo celebración familiar “porque el palo no está para cuchara”, dice, para resumir las dificultades económicas por la que decenas de familias están atravesando.
“Me quedo rodeada de mi biblioteca de la que agarro un libro y me pongo a leer. Esa es mi vida ideal”, dice con amplia sonrisa la abuela que pasó a la historia en el Atlántico y quizá del país, por haber recibido grado de bachiller con un nieto.
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