Octubre 2: la misma historia

Hace algunos días con un pequeño grupo de estudiantes de la universidad, con el que suelo conversar después de algunos descansos académicos y profesionales, me interpelaban las razones por las cuales me inclinaba por el NO y no por el SI en el plebiscito, qué si no me daba pereza insistir en esta guerra infructuosa de más de 50 años, qué si estaba dispuesto a ponerme el camuflado como lo han hecho miles de soldados caídos en combate, qué si quería insistir en entregarles a ellos como jóvenes el mismo país que nuestros antepasados prodigaron a nuestras costas, y a lo que les respondí que ni lo uno y ni lo otro. ¿Entonces? Replicaron estos. Insistieron en una respuesta más concreta del suscrito y que merecían disipar sus dudas y conocer con mayor exactitud mi punto de vista.

Vayamos por parte les dije. Mi propósito no es arrebatarles su sagrado derecho de que no depositen su esperanza en la consigna de una nueva concepción de país a través del plebiscito, ni de pretender introducirles ideas que no estén a la altura de sus consciencias críticas y razonables e incluyendo la formación incorruptible de cada uno de sus principios. Cada uno escoge según su libertad.

Le pregunte a cada uno del contertulio si tuvieron la oportunidad de ver clases de historia colombiana en sus escuelas, o de leerla de forma juiciosa en libros o autores conocidos, y en efecto, todos en su mayoría dijeron que no, que lo que conocen o conocían era porque lo aprendieron muy rápidamente y en cortos párrafos resumidos por la enseñanza de sus profesores o porque sus padres, abuelos o cercanos les agregaban notas a sus tareas.

Les señalé que me dieran la oportunidad de resumirles la historia colombiana en contados minutos de 5 o antes para que tuvieran una mayor claridad de los acontecimientos políticos que se han desatados en tan solo 200 años y que resultan parecidos. Y acertaron, pero me condicionaron a que no los indujera a dormida precipitada porque pagaba el almuerzo de todos. No faltaron las risas.

Y así les dije: ayer la guerra entre patriotas granadinos y conquistadores españoles. Después centralistas y federalistas. Luego la guerra de los mil días con la perdida de Panamá. Matanza de las bananeras y la muerte de Gaitán con la complicidad de miembros liberales y conservadores –que se supo-. Nuevamente los partidos matándose entre ellos mismos y desplazando centeneras de familias por el bendito trapo azul y rojo. El supuesto golpe militar que se inventaron con Rojas cuando lo bajaron del avión por irse de agregado militar. La Junta Militar y el Plebiscito del 57 con la llegada del frente nacional y la formación de las guerrillas. La elección del 70, donde Carlos Lleras le entregó la presidencia a Misael Pastrana para no dejar subir a  Rojas Pinilla. La toma de la embajada de Republica Dominicana. El robo de armas en el Cantón Norte. La persecución de Turbay contra todo lo que oliera a comunismo – que obligó a García Márquez a exiliarse y el reclamo que le hizo éste a los Hermanos Santos Castillo-. La época de la marimba, la tragedia cantada del palacio de justicia con la complicidad de sectores de seguridad de las FFMM, policía y el Estado, la muerte de procuradores, ministros y candidatos presidenciales. Las bombas de Escobar, la desmovilización de miembros del EPL, Quintín Lame, PRT y el M19 por el acribillamiento contra sus personas –Pizarro, Jaramillo y ccia. La indiscriminada propagación de los paramilitares –ayer extraditados sin cumplir penas en Colombia y contar la verdad- y que fueron declarados legales con las convivir y que apoyaron y se apropiaron del Congreso, de los departamentos y municipios. La catedral, el proceso 8000, el caguan, los falsos positivos y la muerte de dirigentes cívicos (¿?) con chuzadas y falsos positivos, y hoy con las Farc –y la sepultada Farcp olitica-, pese a todas las recomendaciones que se han hecho, se insiste en negociar el estado con las mismas amnistías y los mismos protagonistas que han incitado la formación de más grupos armados y que se siguen tomando los espacios políticos sin que nadie se inmute frente al continuado suceso que no cambia ni cambiará la sociedad en 297 páginas del mal llamado acuerdo que se escribe sobre lo que ya está escrito e inventado; programas de sustitución, entrega de tierras, subsidios, mayor participación de la mujer, de la comunidad LGTBI, de negros e indígenas, protección a los miembros de las FARC, de sus militantes como partido y como reincorporados, de ayudas presupuestales en proyectos de inversión y de satisfacción de necesidades básicas a través de salarios y otros emolumentos para esos y sus ideologías políticas, y en fin, programas que ya están diseñados por el Estado y que solo requieren ser reforzados y corregidos, no solo para estos, sino para quienes todavía –sin armas- no han tenido acceso por el limitado y negociado sistema de presión electoral y de chantaje entre los que negocian el nivel central con el nivel territorial.

Si es cierto lo que nos cuenta por qué todos van a votar por el plebiscito en mayoría con el apoyo de la comunidad internacional. Me señalaron los estudiantes. A lo que les seguí respondiendo, que el hecho de acabar una guerra con un grupo armado con más de tres décadas ni es el comienzo ni es el fin, ni tampoco garantiza la llegada de la paz, porque la verdadera guerra que se libra no solo es la de la guerrilla con el gobierno, o de la guerrilla con la ciudadanía, o de la ciudadanía con el gobierno, sino de miles de desempleados que abogan por más oportunidades, por la de miles de colombianos que no acceden a servicios de salud o que los tienen y se les niega, a los miles de jóvenes y niños que no tienen educación, a los inusitados impuestos –con reforma tributaria nueva- que se le aplica a la mayoría y con atenuantes a la minoría privilegia. En fin, los acuerdos no resolverán lo que no han resuelto en décadas la clase política de otrora y menos los que vienen. Además es la misma comunidad internacional quienes por tiempos insospechados ha contribuido a ésta guerra, auspiciando y resguardando a esa guerrilla que no solo ha remitido sus dineros con otros nombres, sino que igualmente ha donado para la causa terrorista. Es esa misma comunidad internacional que inmoralmente ha contribuido con el desastre de Irak, Siria, África, Corea del Norte y Afganistán.

Tal vez tenga ud razón, pero déjenos a nosotros intentarlo y hacerlo. Si nos equivocamos asumimos nuestra responsabilidad votando por el SI. Con algo se empieza decían. Sin embargo les señalé que quizá tuvieran razón, que a ellos muy probable les cuajaba más la suerte que a nosotros esta generación, pero no estaba demás en manifestarles, que igualmente dijimos hace 20 años lo mismo y aún estamos parados en el mismo discurso en que nos dejaron nuestros padres y abuelos. Bueno, entonces, déjenos y ahí miraremos, señalaron.

Les remate con muy poco éxito que el gran problema de éste proceso y de los demás inconclusos de la sociedad colombiana, no es precisamente por las armas, sino por el reclamo de la falta de justicia, esa que ha generado mayor criminalidad e infinidad de grupos armados, esa que doblega y ha doblegado al Estado. Y de recordarles, y se los recalque, que Argentina y Chile condenaron a sus dictadores y verdugos, y brillan sus democracias sin mayores complicaciones, porque entendieron que no solo es hacer la paz, sino evitar que se sigan repitiendo los mismos hechos por los que empezaron las dificultades, sancionando a sus patibularios y enviándoles un mensaje de amenaza y de escarmiento. Hoy no hay fantasmas del pasado. Cosa que no pasa en Colombia, porque de nada sirve ser condenado si hoy los delincuentes junto con el Estado han creado la cultura del hampa, donde los delincuentes, sus hijos, sus hermanos, esposas y familiares alzan la voz con autoridad y señalan sin vergüenza que ellos son honorables y que los demás no cuentan.

Mi intención no era decirles que no votaran por el NO, sino hacerles ver el punto de vista de un ciudadano más, sin agredir, sin ofender, sin llamar inmoral, mamerto, mermelado, guerrillero, paramilitar, chuzador y cuanto adjetivo apareciera en el hilo de la conversación, porque la verdadera paz es y siempre se ha concebido desde una convicción más general, como aquella donde estemos dispuestos a respetarnos como personas, valorando el discernimiento reflexivo y de opinión, sin menoscabar y reducir el hecho de ideologías. Todos nos fuimos contentos y vernos el lunes 3 de octubre, gane quien gane, que sea lo mejor para el país.

@JorgePerezSolan