Lecciones de una de elección: no estamos preparados para paz

Lo ocurrido el pasado 2 de octubre en las elecciones para el Plebiscito, donde ganó el NO, y que buscaba refrendar los acuerdos para “alcanzar” la paz entre el Gobierno y el grupo insurgente de las FARC, después de más de 5 cinco años de deliberaciones y discusiones en La Habana, demostró que definitivamente una cosa son las campañas y otra muy distinta son las elecciones.  

Entre una y otra, existieron un cúmulo de situaciones que propendían por refrendar a cualquier costo el tan anhelado propósito de concretar lo pactado y frenar de una vez por toda el conflicto del que muchos creen que lleva más de 50 años, y en efecto, lograr la paz como camino, y no el camino para llegar a la estable y duradera paz.

Nunca en tanto años de democracia colombiana, se habían visto tantas acciones y lenguajes pocos constructivos que estuviesen a la altura del histórico y sagrado derecho de lograr acabar la guerra de la que muchos querían que se acabara. Pero fue así como lo construyeron sin cobardía y sin gallardía; tejiendo mentiras, creando intimidación, terror, desesperanza, confusión alrededor de lo acordado y de lo que se pondría en marcha una vez existiera la legalización, y que los mismos delegados determinaron y pusieron a consideración de la ciudadanía por orden del presidente –y se le dijo que no lo hiciera-, previo a lo que el congreso suele hacer a las carreras y a lo que en su oportunidad estableció la Corte Constitucional en su estudio de señalar que todo estaba acordado hasta que no estuviera refrendado, limitando el SI como una única opción de democracia y el NO como decisión indiferente y sin peso legal, aplaudiendo los supuestos hechos del que por distintas redes se hacían de que el uribismo recibía su garrotera por la captura de Andrés Felipe Arias en EU, la salida de Alejandro Ordoñez como Procurador y de Jorge Pretelt de la misma Corte, y para sorpresa ello no ocurrió, porque fundaron su propia lapida en contravía del SI.

Y no solo los sofismas provenían de lo que se ha venido destapando de los impulsores del NO, también de los aduladores del SI, que se sentían triunfadores, vencedores y hasta se convertían en propagadores de la deshonra, pretendiendo comparar a los del NO como lobos de la misma guarida de zorros que igualmente estaban en el SI. Lo hicieron expresidentes, congresistas y excongresistas, excandidatos a corporaciones públicas, exgobernadores, excaldes, exdiputados y exconcejales junto con líderes cívicos, sin importarles los hechos y las consecuencias como se recordaba en la época de liberales y conservadores, de centralistas y federalistas – y se sigue insistiendo-; así se matasen, así se perdieran vidas, amigos, familias, así se creara una batalla campal sin precedentes, solo para acallar al enemigo y no al opositor, para silenciar las ideas justas y equilibradas de otros quienes no compartían el mismo sentir y compartir ideológico, pese a que se caminaba y se conocía que muchos estaban en orillas alejadas de los que guerreaban a ultranza en los del NO.    

Irresponsables se convirtieron los funcionarios del Estado por culpa de la Corte Constitucional, que abrió el boquete para que participaran en ese proceso con cheque en blanco, cuando se conoce de tiempo atrás, que no es dable que esos lo hagan cuando chantajean y manipulan a sus subordinados con la contratación, y aún así lo hacen con la Ley de Garantías.

Lo más torpe y que sigue siendo torpe para la clase política, es pretender engañar a una ciudadanía que cada vez está más madura. Una ciudadanía que conoce con más prontitud la realidad de los acontecimientos políticos. Una ciudadanía que así la llamen ignorante, estúpida y rufiana como lo señaló el presidente Santos cuando recibió la nominación del Nobel de la Paz en Palacio, sabe que los acuerdos no son lo mismo que la paz y que la paz no son lo mismo que los acuerdos, porque sigue existiendo el abismo de expectativas y promesas que por décadas han sido lanzadas sin efecto alguno sobre un país que ya conoce a su clase dirigente y de lo que es capaz de hacer, hasta de pretender torcerle el pescuezo a la ley y a la constitución, proponiendo otro plebiscito independiente del que inicialmente ganó el NO como sentir popular y decisivo democrático, y que obliga a renegociar el acuerdo, porque de hacerlo como pretenden en realizar un nuevo plebiscito sin verificar lo anterior, sería el acabose de la Corte Constitucional -si le da vía libre- y de las instituciones, y un mal ejemplo a la comunidad internacional y a las futuras generaciones, y a la salida y no llegada de inversionistas que temerían a la incertidumbre legal y se comprobaría que quedaron más Pretelt por salir.  

Da mayor tristeza cuando indican que bajo los del NO, está el encargo de lograr que se enderecen los acuerdos de paz, porque de lo contrario, serán responsables ante el mundo por la carnicería humana que le vendría a Colombia. Siendo más irresponsable y olvidar su gran incapacidad y arrogancia de mal querer, y en aspirar que los acuerdos alcanzarían la paz solo con ellos y no con los casi 30 millones de colombianos restantes que son y hacen parte y que cuentan, y que por cierto los involucraron en ese suceso de abstencionistas indolentes y poco preocupados por el dolor de millones de víctimas. Es claro: los abstencionistas también decidieron y es democrático.

Lo bueno de este asunto, es que se le conoció la dialéctica a miles de personas que se hacían llamar probas, rectas, pensadoras, respetuosas de la opinión, conocedores de los principios democráticos, de la diferencia, con bagajes extraordinarios en el sector público y privado y que masacraban con ambigüedades y señalamientos monstruosos infundados, no para construir solidas calzadas para llegar a la paz, sino para conseguir el fin de la ganancia y hacerse acreedores de ministerios, embajadas, consulados o contratos de pedagogías del posconflicto, resultando más peligrosos que los que tienen licencia para matar, para retener, para secuestrar y desaparecer en vida si es necesario.

Cada quien sacó su camuflado del closet como a bien le pareció para defender su perspectiva, pero se equivocaron y se equivocan si insisten que la paz llegará a nuestro país con esa retórica, porque el problema no es la paz y ni muchos menos los acuerdos, somos cada uno de nosotros que no estamos dispuestos a lucharla y conquistarla, porque estamos enfermos de guerra y de venganza.  Y por último, como decía Zelter - De Hipona: "La moderación y la prudencia pueden hacer y corregir muchas cosas, pero el número de locos es tan grande, que la prudencia se ve obligada a ponerse bajo su protección".

Perdimos la prudencia y la cordura. No estamos preparados para la paz. Esa es la razón.

 @JorgePerezSolan