¡Quiero la paz y perdono, pero voto NO!

Por Carlos Flores

Cómo puedo confiar en Iván Márquez cuando, sin espabilar siquiera, asegura que las FARC no son narcotraficantes. O cómo confiar en la palabra del gobierno cuando, a pesar de sus promesas, aún hoy siguen muriendo niños de hambre en La Guajira. O cómo creer en una oposición política que destila odio y trata de confundirnos con mentiras y verdades a medias.

En las últimas semanas me he debatido entre el SI y el NO. He leído, escuchado argumentos, seguido las redes sociales y, lo más importante, he usado mi capacidad de razonamiento y mi corazón para poder tomar una decisión.

Me ha quedado muy claro que quiero la paz para mi país, o lo que es lo mismo: Quiero que los niños puedan volver a jugar en los ríos, playas y parques de cada rincón de Colombia. Quiero que nuestros bosques sean protegidos a perpetuidad y así garanticemos aire puro para respirar y el agua limpia para beber. Quiero que las empresas generen cada vez más empleo digno para los colombianos. Quiero que tengamos la libertad para reunirnos en las fiestas familiares. Quiero que seamos libres de expresar nuestras opiniones; y, sobretodo, quiero que el respeto por los derechos y la dignidad del ser humano sea la norma que rija nuestra sociedad.

También me ha quedado claro que soy capaz de perdonar a todos aquellos que han ultrajado a la sociedad por décadas. Me refiero a todos: a los de las pescas milagrosas, a los de los falsos positivos, a los de los carros y aviones bombas, a los que se han robado la plata de la educación y salud de nuestros niños, y hasta a aquellos que arrojan metales pesados en los ríos. Me duele lo que han hecho, no lo puedo negar. Pero a pesar de que nunca han aceptado sus culpas ni han pedido perdón por sus actos, yo paso la página y los perdono dejando a un lado los sentimientos de rencor y odio.

Solo me resta volver a confiar en todos ellos. Puedo hacerlo, lo sé, pero esto no solo depende de mí. La confianza se construye con actos de reparación y no repitiendo el ultraje. La confianza se construye con humildad, no con arrogancia. Se construye reconociendo los errores y contando la verdad de lo ocurrido. Poniendo todas las cartas sobre la mesa, sin ocultar ninguna.

Me da pena decirlo, pero no confío en ninguno de esos que nos han ultrajado. Fuere del bando que fuere. Mi desconfianza ha sido creada por el actuar de todas partes. O que alguien me diga cómo puedo confiar en Iván Márquez cuando, sin espabilar siquiera, asegura que las FARC no son narcotraficantes. O cómo confiar en la palabra del gobierno cuando, a pesar de sus promesas, aún hoy siguen muriendo niños de hambre en La Guajira. O cómo confiar en una oposición política que destila odio y trata de confundirnos con mentiras y verdades a medias. Aquí nadie es capaz de aceptar un error, ninguno se atreve a aceptar con humildad su culpa. Y si no lo hacen, entonces no se ganan mi confianza.

En el plebiscito del 2 de octubre, contrario a lo que reza la pregunta impuesta por el presidente de la República, no decidiremos si queremos o no la paz en nuestro país, o si los colombianos estamos dispuestos a perdonar o no. Ese es el juego de palabras con el que nos han querido enredar hasta producirnos sentimientos de culpabilidad. Con el plebiscito los colombianos tenemos la oportunidad de deslegitimar a un Estado clientelista y manipulador, y dejarle claro a la guerrilla arrogante y despiadada que no creemos en sus palabras.

Por eso votaré no.

Para reforzar mi voto traigo a colación la amenaza que el gobierno y las FARC nos hicieron a los colombianos: “Si gana el NO, regresaremos a la guerra”. ¡Qué torpeza! Un NO no puede ser leído como el deseo de guerra por parte del pueblo colombiano. Como se explica arriba, un NO debe leerse como la desconfianza que se tiene sobre lo pactado y –especialmente-sobre el cumplimiento que las partes darán al acuerdo. Si existe verdadera voluntad de paz del gobierno y de las FARC, el paso a seguir ante un eventual triunfo del NO, debería ser la búsqueda de nuevos caminos hacia la paz, nunca la guerra. Si las FARC regresan al monte demostrarán que los procesos democráticos –cuya máxima expresión es el plebiscito popular- le valen huevo.

Algunos argumentan que si apoyamos el SI le daremos la oportunidad a las FARC de mostrar su verdadera vocación de paz en el futuro. Y que si más adelante “pelan el cobre” los castigaremos en las urnas. Si es tanta la desconfianza contra las FARC, porque no aprovechar la oportunidad de este 2 de octubre y dejarles en claro que primero deben desarmar sus corazones, aceptar sus culpas y caminar con humildad hacia la reconciliación con la sociedad. Una señal tan fuerte como esa le llegará a todos los actores del conflicto y estaremos seguros entonces que en Colombia para hablar de paz primero hay que hablar con la verdad.

Quiero la paz y perdono. Por eso voto por el NO sin sentimientos de odio, rencor o revanchismo. Tan es así, que me complace ver a muchos compatriotas felices y convencidos de que con la firma del acuerdo esta tarde en Cartagena una nueva Colombia surgirá. Ojalá ellos tengan la razón y el equivocado sea yo.