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Martes 18 de Abril de 2017 - 5:48pm

Julio Rojas, el dos veces rey vallenato que no olvidó sus raíces sabaneras

Con su nota fina, el sanjuanero se convirtió en el acordeonero preferido del Nóbel de Literatura Gabriel García Márquez.
En plena faena, con el acordeón, su instrumento de batalla.
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“No te me acerques mucho, porque qué tal que ganes y después digan que te di el premio por ser un Buendía”.

Las palabras del entonces recién galardonado Premio Nóbel de Literatura Gabriel García Márquez se quedaron grabadas indeleblemente en la memoria de Julio Rojas, el dos veces rey vallenato fallecido, a los 56 años, de un fulminante infarto de miocardio en la madrugada del lunes 20 de junio de 2016 en su casa, ubicada en la calle 69 con carrera 38B, barrio El Recreo, pleno corazón de Barranquilla.

Gabo le había hablado en el oído, en respuesta a su sigilosa presentación, en una fiesta privada en Valledupar a la que asistieron varios acordeoneros.

“Maestro, mucho gusto, me llamo Julio Rojas Buendía, y soy participante en la categoría profesional”, le había dicho el concursante, extendiéndole la mano derecha.

Era la antesala del Festival Vallenato de 1983, y Julio Rojas, nacido el 29 de julio de 1959 en San Agustín, corregimiento de San Juan de Nepomuceno (Bolívar), iba por la corona tras tres intentos infructuosos.

“¡Nojoda!, con esa respuesta, Gabo me dejó lo que se dice ‘frío’. Quedé paralizado. Lo único que se me ocurrió fue sonreír, bajar la cabeza y perderme de su vista”, dijo Julio Rojas en una entrevista que me concedió a finales de 2014 en el diario Al Día. 
 

Fue el acordeonero predilecto de Gabriel García Márquez.

En 1980, en su primera participación en el Festival Vallenato, Julio Rojas estuvo cerca de ascender a la cúspide, pero debió resignarse con el segundo lugar, detrás del ‘Debe’ Elberto López, curtido acordeonero, de la dinastía de los López Gutiérrez -de La Paz (Cesar)-, que en 1976 había grabado el inolvidable paseo ‘Tres canciones’, con el entonces mozalbete Diomedes Díaz.

Al año siguiente, Julio volvió a ocupar el segundo lugar en el certamen que tuvo como ganador a Raúl ’Chiche’ Martínez, y en 1982 –seis meses antes de que a García Márquez le otorgaron el preciado galardón en Estocolmo- fue relegado al tercer puesto. La corona quedaría en poder de Eliécer Ochoa.

La consagración de Julio Rojas Buendía sería en 1983, en su cuarta participación consecutiva. Además del autor de ‘Cien años de soledad’, conformaban el jurado calificador el en ese entonces director del diario El Tiempo Enrique Santos Calderón; el connotado compositor Leandro Díaz; el rey vallenato Miguel López y el eminente abogado Rafael Rivas Posada.

A la postre, el indiscutible triunfador del certamen sería Julio Rojas gracias a su fina y remozada nota, que le permitió pasar por encima de ilustres digitadores de la talla de Orangel ‘El Pangue’ Maestre, Egidio Cuadrado, Náfer Durán, Ovidio Granados y Emilio Oviedo.

Danny Castilla, en la caja, y Ramón Bertel, en la guacharaca, acompañaron al diestro acordeonero de Bolívar en las eliminatorias, en la semifinal y en la finalísima. El público celebró frenéticamente su triunfo.

Ocho días después de su coronación, una llamada telefónica sorprendería al nuevo rey, en su casa en Barranquilla. Mercedes Barcha estaba al otro lado de la línea, y le dijo que esperara un momento, que Gabo le iba a hablar.

“¡Eche!, ¿Gabo?, a esta hora, ¡10 de la noche!… Mi sorpresa, alegría e intriga fueron inmensas: Gabo me había llamado para darme las gracias. ‘Pero… gracias por qué, maestro’, le pregunté, ansioso. De inmediato me respondió que yo le había quitado un peso de encima al jurado al tocar muy bien en la final, y así salir del embrollo que tenían en la cabeza con tanto acordeonero bueno participando. “Con tu faena facilitaste nuestro trabajo, pues a nosotros nos convenció de que eras el mejor, y el público quedó contento. Espero que nos volvamos a ver", recordaba Julio Rojas, que le dijo García Márquez.

“A partir de ese triunfo, no solo nació una bella relación de amistad con Gabo, sino que además me convertí en su acordeonero predilecto. Sin exagerar, fueron más de 20 veces las parrandas que animé para él, bien fuera en su casa, en Cartagena, o en otras partes. Las piezas que más le encantaban escuchar eran ‘Jaime Molina’ y ‘La vieja Sara’, de Rafael Escalona; ‘La diosa coronada’, de Leandro Díaz, y ‘Mercedes’, de Adolfo Pacheco. Siempre toqué gratis y con mucho gusto. Solo una vez, Mercedes Barcha, su esposa, me dio dinero contra mi voluntad. En el bolsillo de la camisa me metió un bulto de billetes. ‘Tómalo, no seas bobo. Te servirá para los taxis’, me dijo Mercedes, haciéndome un guiño. Más tarde, en mi residencia, cuando me desvestí, comprobé que me había dado tres millones de pesos”, me dijo Julio Rojas en mayo de 2016, cuando planeábamos una crónica para publicar en la antesala del Festival Distrital de Acordeón que días más tarde la Fundación Fesdimac organizó como un merecido homenaje a su carrera profesional. Precisamente, después de ese homenaje, algunas horas después, sufrió el letal paro cardiaco.

En el primer Rey de Reyes

Julio César Rojas Buendía participó en la primera edición del Festival Rey de Reyes de Valledupar, en 1987, pero sus aspiraciones no pasaron de la semifinal. Los lauros se los llevaría Nicolás Elías ‘Colacho’ Mendoza, en el recordado certamen en el que Alejadro Durán, el ídolo del pueblo, se autoeliminó en la finalísima.

Intentó ganar de nuevo en 1993 en Valledupar, pero los integrantes del jurado calificador determinaron descalificarlo porque su cajero subió a la tarima acompañado de una caja con un parche de radiografía, lo que iba contra los cánones del Festival.

Aprendió la lección y regresó al año siguiente, secundado por el cajero Luis Reyes y el guacharaquero Edwin Machuca para ganar por segunda ocasión el Festival Vallenato. Sus oponentes en la finalísima fueron Ciro Meza y Freddy Sierra, segundo y tercero, en ese orden respectivo.
Con ese triunfo, Julio Rojas se constituiría en el segundo acordeonero profesional, después de Alfredo Gutiérrez, en ganar en más de una ocasión el Festival Vallenato en su edición ordinaria, es decir, sin incluir el Rey de Reyes.

Intentaría más tarde ganar una tercera corona, pero sus pretensiones resultaron infructuosas.

En la discografía de Julio Rojas se destacan trabajos con Ricardo Maestre, con Miguel Herrera, con Joaco Pertuz, con Enaldo Barrera ‘Diomedito’, con Juan Piña, con Lizardo Bustillo, con Gustavo Bula, y con Poncho Zuleta.

Con Ricardo Maestre, oriundo de El difícil (Magdaena), ya fallecido, dejó dos versiones muy bien logradas de Pena y dolor, de Alejandro Durán, y La muerte de Eduardo Lora, de Andrés Landero.

“Maestro, tenemos que reivindicar nuestra música sabanera. Tenemos que darle al Festival Bolivarense de acordeón de Arjona el puesto que se merece en la cultura popular de Colombia”, me dijo Julio Rojas. Más que una obsesión, esa era su meta suprema en la música.

En ese Festival tenía planeada una presentación con el trirrey vallenato Alfredo Gutiérrez.

“Es una obligación moral nuestra, como representantes de la Escuela Sabanera, aportar nuestro granito de arena para impulsar el Festival de Arjona”, recuerda Alfredo que le dijo Julio Rojas.

Poco antes de su muerte, en el grupo de Whatsapp ‘Amigos del Festival de Arjona’, Julio Rojas se constituyó en un férreo defensor de Poncho Zuleta ante el aluvión de críticas que fue objeto ‘El Pulmón de América’ por el famoso beso en la boca que se había dado con Silvestre Dangond, en una tarima de Valledupar. “Por favor, respetemos al maestro Poncho”, había clamado Julio Rojas.

El humor, otra de sus pasiones

Los que conocieron de cerca a este excelso digitador, coinciden en que se caracterizaba por tener un chiste a la mano para todo, y pocas veces lo vieron enojado.

Su buen sentido del humor lo llevó a convertirse en uno de los cofundadores de ‘Cheverísimo’, el programa humorístico más exitoso del canal regional Telecaribe, cuya primera emisión salió al aire en 1990. Su amigo y compañero de set en aquel entonces, Rony Laitano (Cara e’ Perro), contó detalles de esta faceta del fallecido Rey Vallenato:

“Junto a Álvaro Ariza y mi persona iniciamos este proyecto humorístico, en el que Julio amenizaba los chistes con su acordeón y además participaba como ‘policía’. Recuerdo que en una ocasión debía perseguirme con un bolillo, y un señor bien vestido se metió y abogó para que no me diera una paliza. Julio le explicaba que era la grabación de un programa, pero aquel hombre lo sacó de casillas al no entender lo que hacíamos”, rememoró Laitano. Tras la consolidación de ‘Cheverísimo’ se fueron integrando al elenco Darío Gómez, Rafael Zequeira, Mingo Martínez y Rafael Díaz, entre otros.

A su funeral asistieron numerosas personas del folclor vallenato.

El noveno Rey en morir

Julio César Rojas Buendía fue el noveno rey del Festival de la Leyenda Vallenata en morir. Su nombre ingresó a la lista en la que figuran Alberto Pacheco, Alejandro Durán, Luis Enrique Martínez, Julio De la Ossa, Nicolás ‘Colacho’ Mendoza, Elberto ‘Debe’ López, Rafael Salas y Calixto Ochoa.

Fue sepultado en medio de canciones vallenatas en el cementerio Jardines de la Eternidad de Barranquilla. Además de su compañera sentimental Judith Pacheco Russo, le sobreviven cuatro hijos, todos músicos y llamados, como él: Julio Alejandro (cajero), Julio Mario (acordeonero), Julio Alfonso (guacharaquero) y Julio César (cantante).

La historia le tiene reservado su sitio de honor a este acordeonero de la estirpe del coronel Aureliano Buendía, que contribuyó con sus notas al engrandecimiento del folclor vallenato.

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